Debry, Peter, La hora del asesino, Punto Rojo, Bruguera, Barcelona, 1965, portada de Samper, ilustración interior de Costa.
Compleja novela negra donde se encadenan protagonistas y tramas narrativas con notable habilidad aunque el desenlace tenga un cierto aire precipitado. Excelentes personajes, corrupción policial y social, mujeres atractivas, acción intensa... Un ejemplo de un Debry comercial pero capaz de crear artefactos de gran intensidad.
Dudley Kerrigan es un detective privado de Nueva York “ex leñador, ex capataz minero y ex campeón de los semipesados en los “marines” en Corea” (pág 6) que advierte como un aparente matón le sigue; éste es el gangster Ed Atilano, quien le propone un misterioso encuentro con su jefe quien, asustado, ha pedido a su hombre de confianza que le ponga en contacto con Kerrigan, un detective con fama de inteligente. Ed Atilano es un bronco matón que cuando llega a la guarida de su jefe, Harold Michael, uno de los hampones que controla los puertos de Nueva York descubre que el guardián Slim O’Grady ha sido asesinado; intuyendo que su jefe también lo ha sido decide crearse una serie de coartadas al tiempo que intuye que debe contactar con otro de los jefes de los sindicatos y rival de Michael, Clemens Brizzi. Viendo que se avecinan tiempo duros fantasea con la posibilidad de casarse con Eva, la bella y casta secretaria de la tienda de elementos navales de los solterones -y apocados- Gaskell & Hamilton, a los que extorsiona ofreciendo protección. Mientras tanto, Kerrigan recibe la visita de una misteriosa mujer en su oficina, una bella chica que, herida, se desmaya y que resulta ser Flora Brizzi, la hija del mafioso Clemens Brizzi; ésta le cuenta cómo fue a casa de Harold Michael, que la encuentra muy atractiva, para proponerle un acuerdo amistoso entre sindicatos, cómo Michael intentó abusar de ella y de qué manera en el forcejeo quedó herida; lo que ahora quiere Flora es que, bajo la amenaza de contar a su padre lo sucedido, Michael acepte el acuerdo entre hampones que le propondrá en condición de emisario el detective Kerrigan. En comisaría, el muy duro y violento sargento John Marchitto recibe una llamada anónima avisando de la muerte de O’Grady al tiempo que también recibe el aviso de que se ha encontrado un cadáver desfigurado flotando en el puerto; el hecho de encontrarlo en una zona limítrofe le obliga a trabajar junto al apuesto y elegante inspector Norman Kelly y el equipo de éste descubre que el cadáver, aunque lleva la documentación y la ropa de Harold Michael, podría no serlo pues está totalmente desfigurado; la investigación descubre que el cadáver corresponde al periodista Melvin H. Cramer, un valiente reportero que había denunciado la corrupción de los docks sometidos al control de los sindicatos mafiosos y la connivencia de algunos agentes de policía con esta situación. Por su parte, Atilano, deseoso de flirtear con Eva, se desplaza a Gaskell & Hamilton donde se encuentra con Joey Martyn, un atractivo matón californiano que parece querer conseguir los favores de la muchacha y liberar a G&H de su extorsionador; la pelea que se entabla entre ellos acaba con ambos en la cárcel pero tras conseguir Martyn de forma sorprendente un revolver y una matraca se fugan y se esconden; allí Martyn explica a Atilano que está casado y que en realidad es un agente federal que está investigando la corrupción policial y que por eso tuvo las armas que le permitieron la huida. Atilano recuerda que Michael, su jefe, le había indicado que una vez muerto se pasase por su panteón lo que hace pensar a Martyn que todo el montaje con el cadáver de Cramer era una estratagema para avisar a Atilano que se pasase por el cementerio donde le daría algún tipo de información. Por su lado Kerrigan sospecha que ha sido víctima de una encerrona pues la visita de Atilano y la posterior de Brizzi -ambas alrededor de la figura del desaparecido Michael- son demasiado coincidentes. La investigación de Kelly le lleva hasta Clemens Brezzi y su lugarteniente Alex Simmons quienes confiesan que la visita de Flora a Michael buscaba crear una tensa situación en la que Kerrigan, de forma inocente, tendría la función de convertirse en el mensajero de la propuesta de fusión entre sindicatos. Kelly sospecha que el asesino es un policía que primero mató a O’Grady y luego al periodista Cramer por accidente pensando que era Michael y que éste se ha escondido porque el asesino-policía sabe muchos secretos suyos y va en su busca por un caso pasado. Atilano y Martyn se desplazan hasta el cementerio donde se encuentra Michael vivo quien explica que el asesino es un policía; con lo que no cuenta es con que sea asaltado por el asesino misterioso que inmoviliza a Atilino y Martyn y desvela su identidad: es Kelly, quien, como había explicado previamente en un terreno teórico, vio como su amada Jessy emigró desde Irlanda y fue seducida y engañada por Michael y después se suicidó carcomida por la culpa. Cuando se dispone a matar a Michael éste dispara y ambos mueren al tiempo que llega Marchitto a tiempo de recoger las últimas palabras de Kelly. Finalmente Martyn ayuda a Atilano a redimirse y le ayuda a convencer a Eva de que será un buen marido y un buen socio para Gaskell y Hamilton.
La novela empieza de forma vibrante con un excelente detective Kerrigan y un impecable matón como es Atilino. La acción avanza firme y sólida y mejora con la irrupción de los policías Marchitto y Kelly y sólo al final, con la irrupción del agente federal Martyn la acción se embrolla algo y se resuelve de forma algo precipitada y forzada pues desaparece el personaje de Kerrigan y Kelly hace referencia a un pasado cuya existencia desconocíamos y que aparece como por arte de birlibirloque. Los primeros capítulos son intensos, de la mejor novela negra, con detectives, hampones, barrios portuarios y mujeres atractivas. La violencia y sobre todo la pulsión sexual se expande por la narración con un firmeza considerable enlazando la ficción con la mejor tradición del cine y la novela negra y lo hace con un estilo certero y preciso, donde abunda la frase corta y el diálogo preciso. “Bien mirado, aquella jamona no estaba del todo mal. Redonda donde correspondía y con cara de bobalicona, como le gustaban para sus escarceos y retozos” (pág. 19). O “Atravesó la galería y examinó complacido el reverso femenino, en lenta ascensión, desde los altos tacones puntiagudos hasta el negro cabello que en la nuca formaba un rodete. (...) Ella se sobresaltó, volviéndose. El anverso superaba al reverso. Unos ojos azul violeta, , una boca golosa, y detalle llamativo, nada de maquillaje.” (pág 23-24) O el diálogo “-No olvidaré su generosa actitud, Kerrigan. Soy rica. -Y lo está.” (pág 34)
Compleja novela negra donde se encadenan protagonistas y tramas narrativas con notable habilidad aunque el desenlace tenga un cierto aire precipitado. Excelentes personajes, corrupción policial y social, mujeres atractivas, acción intensa... Un ejemplo de un Debry comercial pero capaz de crear artefactos de gran intensidad.
Dudley Kerrigan es un detective privado de Nueva York “ex leñador, ex capataz minero y ex campeón de los semipesados en los “marines” en Corea” (pág 6) que advierte como un aparente matón le sigue; éste es el gangster Ed Atilano, quien le propone un misterioso encuentro con su jefe quien, asustado, ha pedido a su hombre de confianza que le ponga en contacto con Kerrigan, un detective con fama de inteligente. Ed Atilano es un bronco matón que cuando llega a la guarida de su jefe, Harold Michael, uno de los hampones que controla los puertos de Nueva York descubre que el guardián Slim O’Grady ha sido asesinado; intuyendo que su jefe también lo ha sido decide crearse una serie de coartadas al tiempo que intuye que debe contactar con otro de los jefes de los sindicatos y rival de Michael, Clemens Brizzi. Viendo que se avecinan tiempo duros fantasea con la posibilidad de casarse con Eva, la bella y casta secretaria de la tienda de elementos navales de los solterones -y apocados- Gaskell & Hamilton, a los que extorsiona ofreciendo protección. Mientras tanto, Kerrigan recibe la visita de una misteriosa mujer en su oficina, una bella chica que, herida, se desmaya y que resulta ser Flora Brizzi, la hija del mafioso Clemens Brizzi; ésta le cuenta cómo fue a casa de Harold Michael, que la encuentra muy atractiva, para proponerle un acuerdo amistoso entre sindicatos, cómo Michael intentó abusar de ella y de qué manera en el forcejeo quedó herida; lo que ahora quiere Flora es que, bajo la amenaza de contar a su padre lo sucedido, Michael acepte el acuerdo entre hampones que le propondrá en condición de emisario el detective Kerrigan. En comisaría, el muy duro y violento sargento John Marchitto recibe una llamada anónima avisando de la muerte de O’Grady al tiempo que también recibe el aviso de que se ha encontrado un cadáver desfigurado flotando en el puerto; el hecho de encontrarlo en una zona limítrofe le obliga a trabajar junto al apuesto y elegante inspector Norman Kelly y el equipo de éste descubre que el cadáver, aunque lleva la documentación y la ropa de Harold Michael, podría no serlo pues está totalmente desfigurado; la investigación descubre que el cadáver corresponde al periodista Melvin H. Cramer, un valiente reportero que había denunciado la corrupción de los docks sometidos al control de los sindicatos mafiosos y la connivencia de algunos agentes de policía con esta situación. Por su parte, Atilano, deseoso de flirtear con Eva, se desplaza a Gaskell & Hamilton donde se encuentra con Joey Martyn, un atractivo matón californiano que parece querer conseguir los favores de la muchacha y liberar a G&H de su extorsionador; la pelea que se entabla entre ellos acaba con ambos en la cárcel pero tras conseguir Martyn de forma sorprendente un revolver y una matraca se fugan y se esconden; allí Martyn explica a Atilano que está casado y que en realidad es un agente federal que está investigando la corrupción policial y que por eso tuvo las armas que le permitieron la huida. Atilano recuerda que Michael, su jefe, le había indicado que una vez muerto se pasase por su panteón lo que hace pensar a Martyn que todo el montaje con el cadáver de Cramer era una estratagema para avisar a Atilano que se pasase por el cementerio donde le daría algún tipo de información. Por su lado Kerrigan sospecha que ha sido víctima de una encerrona pues la visita de Atilano y la posterior de Brizzi -ambas alrededor de la figura del desaparecido Michael- son demasiado coincidentes. La investigación de Kelly le lleva hasta Clemens Brezzi y su lugarteniente Alex Simmons quienes confiesan que la visita de Flora a Michael buscaba crear una tensa situación en la que Kerrigan, de forma inocente, tendría la función de convertirse en el mensajero de la propuesta de fusión entre sindicatos. Kelly sospecha que el asesino es un policía que primero mató a O’Grady y luego al periodista Cramer por accidente pensando que era Michael y que éste se ha escondido porque el asesino-policía sabe muchos secretos suyos y va en su busca por un caso pasado. Atilano y Martyn se desplazan hasta el cementerio donde se encuentra Michael vivo quien explica que el asesino es un policía; con lo que no cuenta es con que sea asaltado por el asesino misterioso que inmoviliza a Atilino y Martyn y desvela su identidad: es Kelly, quien, como había explicado previamente en un terreno teórico, vio como su amada Jessy emigró desde Irlanda y fue seducida y engañada por Michael y después se suicidó carcomida por la culpa. Cuando se dispone a matar a Michael éste dispara y ambos mueren al tiempo que llega Marchitto a tiempo de recoger las últimas palabras de Kelly. Finalmente Martyn ayuda a Atilano a redimirse y le ayuda a convencer a Eva de que será un buen marido y un buen socio para Gaskell y Hamilton.
La novela empieza de forma vibrante con un excelente detective Kerrigan y un impecable matón como es Atilino. La acción avanza firme y sólida y mejora con la irrupción de los policías Marchitto y Kelly y sólo al final, con la irrupción del agente federal Martyn la acción se embrolla algo y se resuelve de forma algo precipitada y forzada pues desaparece el personaje de Kerrigan y Kelly hace referencia a un pasado cuya existencia desconocíamos y que aparece como por arte de birlibirloque. Los primeros capítulos son intensos, de la mejor novela negra, con detectives, hampones, barrios portuarios y mujeres atractivas. La violencia y sobre todo la pulsión sexual se expande por la narración con un firmeza considerable enlazando la ficción con la mejor tradición del cine y la novela negra y lo hace con un estilo certero y preciso, donde abunda la frase corta y el diálogo preciso. “Bien mirado, aquella jamona no estaba del todo mal. Redonda donde correspondía y con cara de bobalicona, como le gustaban para sus escarceos y retozos” (pág. 19). O “Atravesó la galería y examinó complacido el reverso femenino, en lenta ascensión, desde los altos tacones puntiagudos hasta el negro cabello que en la nuca formaba un rodete. (...) Ella se sobresaltó, volviéndose. El anverso superaba al reverso. Unos ojos azul violeta, , una boca golosa, y detalle llamativo, nada de maquillaje.” (pág 23-24) O el diálogo “-No olvidaré su generosa actitud, Kerrigan. Soy rica. -Y lo está.” (pág 34)