Debry, Peter, Brindis por dos difuntas, Archivo secreto, nº 67, Bruguera, Barcelona, 1965, portada de Fabá
Interesante aunque fallida novela policíaca donde un periodista y escritor, a causa de una casualidad digna de Hitchcok se ve arrastrado por una compleja trama en la que debe sumergirse para salvar su propia vida.
Rod Kruger es un periodista especializado en rumores y ecos de sociedad, ocasional escritor de novelas policíacas y seductor incorregible. Una noche, en un elegante bar, conoce a la bella Leila Morrisson, quien desde hace tiempo resiste los acosos del millonario Hugo Volberg, un tipo al que Kruger detesta pues cree, y así lo dijo en uno de sus scoops, que tras la muerte de su amigo el pintor Van Dyrk, se apropió de sus cuadros. Tras enfrentarse al millonario, y tras la marcha de éste y Leila, traba amistad con un desconocido, Ray Pilgrim quien, borracho como una cuba, le explica que ha sido secuestrado por dos mujeres francesas y que ambas escondían en su casa dos cadáveres. Kruger se lleva a Pilgrim a su apartamento para que duerma la curda pero al día siguiente lo encuentra asesinado. A la llegada del teniente Bianchi, Kruger decide no contarlo todo pues intenta investigar qué hay de cierto en los desvaríos del difunto Pilgrim; para ello decide entrar en contacto con las dos francesas que dijo conocer la víctima pero antes sufre un intento de asesinato lo que le lleva a la evidencia de que el asesino de Pilgrim en realidad le quería matar a él. El encuentro con las dos francesas le lleva a descubrir que éstas no secuestraron exactamente a Pilgrim sino que le retuvieron para animarle a colaborar en una producción cinematográfica pero lo más sorprendente es que, en realidad, sí que hay dos difuntas en la casa, dos cadáveres de dos mujeres que fueron dejados por el anterior inquilino de la casa, el pintor Forbes. La investigación de Kruger avanza y le lleva ser seducido por la bella Berta Risko, modelo del pintor Forbes y del difunto Van Dyrk. Todo se complica extraordinariamente cuando se descubre el cadáver de Forbes y a su lado, sin sentido, a Kruger, quien intenta desesperadamente demostrar su inocencia. La complicidad de Bianchi le permite tender una trampa a Volsberg y demostrar que él fue el asesino de las dos mujeres, una antigua modelo de Van Dyrk -y antigua amante de Kruger-y una mujer a la que el millonario sedujo y engañó, que él incitó a Forbes a que matara a Kruger y a Pilgrim por miedo a que comunicaran el descubrimiento de los cadáveres, que luego mató a Forbes y que más tarde utilizó a la bella Risko para incriminar a Kruger. La policía detiene al millonario y Kruger, cerrando el círculo, vuelve a intentar seducir a Leila Morrison quien se muestra agradecida al periodista porque le ha apartado de un indeseable peligroso.
La novela arranca con fuerza e intensidad, con ese cínico protagonista que se inmerso en una complejísima historia de forma absolutamente casual, pero luego se mete en vericuetos exageradamente complejos de los que el narrador sale airosos a duras penas. A pesar de esos defectos y de algunas notables irregularidades argumentales que rompen el principio de verosimilitud, la novela mantiene cierto interés por el retrato de personajes y muy especialmente por la fuerza de unos diálogos que permiten caracterizar una compleja constelación de personajes cínicos y desesperanzados.
Rod Kruger es un periodista especializado en rumores y ecos de sociedad, ocasional escritor de novelas policíacas y seductor incorregible. Una noche, en un elegante bar, conoce a la bella Leila Morrisson, quien desde hace tiempo resiste los acosos del millonario Hugo Volberg, un tipo al que Kruger detesta pues cree, y así lo dijo en uno de sus scoops, que tras la muerte de su amigo el pintor Van Dyrk, se apropió de sus cuadros. Tras enfrentarse al millonario, y tras la marcha de éste y Leila, traba amistad con un desconocido, Ray Pilgrim quien, borracho como una cuba, le explica que ha sido secuestrado por dos mujeres francesas y que ambas escondían en su casa dos cadáveres. Kruger se lleva a Pilgrim a su apartamento para que duerma la curda pero al día siguiente lo encuentra asesinado. A la llegada del teniente Bianchi, Kruger decide no contarlo todo pues intenta investigar qué hay de cierto en los desvaríos del difunto Pilgrim; para ello decide entrar en contacto con las dos francesas que dijo conocer la víctima pero antes sufre un intento de asesinato lo que le lleva a la evidencia de que el asesino de Pilgrim en realidad le quería matar a él. El encuentro con las dos francesas le lleva a descubrir que éstas no secuestraron exactamente a Pilgrim sino que le retuvieron para animarle a colaborar en una producción cinematográfica pero lo más sorprendente es que, en realidad, sí que hay dos difuntas en la casa, dos cadáveres de dos mujeres que fueron dejados por el anterior inquilino de la casa, el pintor Forbes. La investigación de Kruger avanza y le lleva ser seducido por la bella Berta Risko, modelo del pintor Forbes y del difunto Van Dyrk. Todo se complica extraordinariamente cuando se descubre el cadáver de Forbes y a su lado, sin sentido, a Kruger, quien intenta desesperadamente demostrar su inocencia. La complicidad de Bianchi le permite tender una trampa a Volsberg y demostrar que él fue el asesino de las dos mujeres, una antigua modelo de Van Dyrk -y antigua amante de Kruger-y una mujer a la que el millonario sedujo y engañó, que él incitó a Forbes a que matara a Kruger y a Pilgrim por miedo a que comunicaran el descubrimiento de los cadáveres, que luego mató a Forbes y que más tarde utilizó a la bella Risko para incriminar a Kruger. La policía detiene al millonario y Kruger, cerrando el círculo, vuelve a intentar seducir a Leila Morrison quien se muestra agradecida al periodista porque le ha apartado de un indeseable peligroso.
La novela arranca con fuerza e intensidad, con ese cínico protagonista que se inmerso en una complejísima historia de forma absolutamente casual, pero luego se mete en vericuetos exageradamente complejos de los que el narrador sale airosos a duras penas. A pesar de esos defectos y de algunas notables irregularidades argumentales que rompen el principio de verosimilitud, la novela mantiene cierto interés por el retrato de personajes y muy especialmente por la fuerza de unos diálogos que permiten caracterizar una compleja constelación de personajes cínicos y desesperanzados.
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