domingo, 9 de mayo de 2010

La mina de las ánimas

Debry, Peter, La mina de las ánimas, Servicio secreto, nº 362, Bruguera, Barcelona, 1957, portada de Bosch Penalva
Excelente novela negra donde el punto de vista en primera persona y el tono cínico y desencantado del protagonista permite desarrollar una trama perfectamente tejida con personajes complejos y giros inesperados.
Hart Rivers, un antiguo periodista que ahora dirige una revista comercial, y sus amigos Brod Garvin y Geo Cohen son sorprendidos mientras están pescando por el ruido provocado por lo que parece un accidente. Tras correr unos minutos, llegan al lugar del accidente y lo hacen siendo primero Brod y llegando luego sus compañeros; allí descubren, cerca de lo que era la entrada de una vieja mina, el cadillac accidentado del millonario Mark Murchison: Por los aledaños deambula Preston Lowe, abogado del anciano, conmocionado y como amnésico, cuando Rivers se acerca al interior del coche descubre el cadáver del potentado; también descubre, y cree que se le debe de haber caído al intentar ayudar al viejo, su propio mechero. Poco después llega una banda de motorista, una pandilla de jóvenes gamberros que, tras enfrentarse con Rivers, se van. Brod se va con ellos para avisar a la policía; ésta llega poco después y se hace cargo de la situación certificando el carácter casual del accidente y la muerte a causa de un infarto de Murchinson.
Rivers dirige una revista de anuncios donde trabaja la bella Marion Dahl, esquiva a los cortejos de su jefe y deseosa de convertirse en una real periodista; cuando al día siguiente llega la policía al despacho e interroga a Rivers sobre una carpeta de Murchison desaparecida, Marion empieza a investigar al advertir que hay un caso digno de ser publicado en algún periódico de verdad. En la carpeta, según ha informado el mayordomo, había un nuevo testamento del millonario donde éste desheredaba a su hijo Lester y convertía en beneficiaria a su sobrina, la disoluta Beatrix. La policía sospecha que Rivers y sus amigos, los primeros en llegar, se quedaron con el documento para conseguir algún tipo de beneficio. No sólo lo cree la policía sino que Rivers recibe amenazas directas o tentadoras ofertas de Beatrix y de Lester para que le de el testamento que no tiene. El protagonista intenta entrevistar a Lowe, pero éste se encuentra en un estado amnésico; y no sólo eso, sino que es asesinado. Irrumpe en escena el cabecilla de los motoristas, Dunn Clyde, quien, a través de la intervención de Brod y sobre todo de la buena de Marion, es contratado en la imprenta de la revista para tener una oportunidad de redimirse.
La aparición de unos anónimos, una paliza nocturna, un intento de asesinato cera de la entrada de la mina donde se produjo el accidente y donde Rivers y Marion habían ido a investigar desencadena que ambos se decidan a convertir su revistilla en un real periódico publicando una detallada crónica de los hechos; parece la única manera de poner las cartas sobre la mesa y de evitar que la policía siga acosando a Rivers, que cada vez parece más culpable. La aparición de la noticia precipita los hechos pues Dunn Clyde es asesinado aunque poco antes haya podido dar alguna indicación de dónde está la cartera. Ésta se encuentra en la mina abandonada y allí se desplazan Marion y Rivers; éste ya sabe quien es el culpable, y ello se confirma al aparecer Brod amenazándoles con un arma. Brod llegó primero al coche de Murchinson y encontró la cartera y la escondió de forma precipitada, dejó el mechero de Rivers para incriminarle, acordó con Dunn que volviese y escondiese mejor la cartera y luego chantajeó a los presuntos herederos. Al ver que podía ser descubierto si Lowe recuperaba la memoria le mató; y al ver que Dunn podía hablar más de la cuenta, también le mató, Un forcejeo con Rivers acaba con Brod despeñado al fondo de la mina y con Rivers y Marion, triunfantes, declarándose su amor.
Una nueva entrega del talento narrativo de Debry; con un excelente protagonista, ese Rivers desencantado de la vida, y la presencia de Marion, bella secretaria pero alejada del arquetipo más simplista pues, aunque sensual, es esquiva y además quiere ser periodista en primera línea. El autor construye una novela impecable, intensa y magníficamente resuelta donde sabe combinar elementos de trama policíaco-detectvesca con elementos más negros como es el gusto por protagonistas cínicos, el uso vibrante de la primera persona, la irrupción de turbadores elementos eróticos o el retrato de la corrupta clase alta. Brillante y plenamente chandleriano es el estilo, con el gusto por la frase breve, intensa y cortante que permite que la acción avance de forma sólida y convincente. En definitiva, una excelente novela que sabe beber de las fuentes americanas para crear un artefacto de gran intensidad, complejidad y efectividad narrativa.



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