lunes, 15 de febrero de 2010

Arde el petróleo

Debry, Peter, Arde el petroleo, Punto Rojo, nº 605, Bruguera, Barcelona, 1973, portada de Enrique Martín.
Reelaboración de Sirenas tropicales, una novela que apareció en 1950 al inicio de la colección Servicio Secreto y que ya apareció reseñada en este blog hace unos meses.
Excepcionalmente hemos podido consultar una edición de la novela original donde aparecen las anotaciones autógrafas del propio Debrigode en las que marca las correcciones que deseaba llevar a cabo en esta nueva versión de su obra. Este extraordinario documento nos permite advertir cómo el autor dedica sus esfuerzos a modificar sólo los dos primeros capítulos y a eliminar el epílogo que cerraba la novela original, un breve capítulo que permitía encadenar esta historia con su continuación, Gangsters en Casablanca.
La labor que lleva a cabo el autor consiste., inicialmente, en suprimir algunos largos pasajes del texto de 1950; elimina descripciones, modifica la puntuación y acorta párrafos buscando un estilo más directo y cortante. Este ejercicio es muy riguroso al inicio pero a partir del tercer capítulo mantiene al pie de la letra el texto primigenio; incorpora pequeñas modificaciones -G-Men por Gunmen-, corrige alguna errata evidente -de Le agarré para hacerle capataz a Le agarré para hacerle cantar- elimina los títulos de los capítulos -La sangre fría de la ardorosa Luana Vélez- y los sustituye por números romanos que eran propios en los volúmenes de Punto Rojo, pero mantiene la casi totalidad del texto publicado en Servicio Secreto.
El trabajo es riguroso al principio y, sin duda, el estilo gana en intensidad y ritmo con las modificaciones; ahora bien, esto sólo se lleva a cabo, como hemos dicho, en las primeras páginas de la novela. A ello ayuda el hecho de que la narración ya se acopla a ese ritmo cortante y certero en la versión original a partir del tercer capítulo aunque también puede deberse a otras razones más prosaicas. Quizás lo que Debrigode quería con estas modificaciones iniciales fuese sólo enmascarar la novela como una obra nueva; que nadie -ni lectores ni editores- pudiese reconocer que se encontraba ante lo que el propio autor calificaba, con ironía y precisión, como “refrito”. En todo caso, el documento nos habla de una dimensión del escritor de novela popular -su carácter de reelaborador de sus textos- que merece un estudio más detallado.


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