sábado, 6 de diciembre de 2008

La brigada de los suicidas

La brigada de los suicidas, Servicio secreto, nº 1, Bruguera, Barcelona, 1950, portada de Provensal, ilustraciones interiores de Macabich.
Emblemático título que inauguró la colección estrella de temática policíaca de la Editorial Bruguera, Servicio Secreto, una colección que se prolongó a lo largo de diversas décadas y que ofreció al mercado centenares de títulos y unas cuantas colecciones derivadas.
1940. Nueva York. Robert Lark, exboxeador, periodista y prófugo de la justicia acusado injustamente de haber matado a su compañera sentimental y a su presunto amante, es reclutado por la OSS, “Oficina de servicios estratégicos”, para entrar a formar parte de la Brigada de los suicidas, un grupo de operaciones especiales que se enfrenta a situaciones de extrema gravedad y peligro.
Lark, que es inocente, acepta esta posibilidad -la otra era la silla eléctrica- y el primer caso encomendado le lleva a Lisboa, donde debe investigar la desaparición de otros miembros de la OSS cuando indagaban alrededor de una sospechosa red de ayuda a refugiados holandeses que huían del horror nazi; el hecho de que unos de los implicados en esa red sea Ben Poluski, el posible real culpable de los crímenes de los que se le acusa, supone un estímulo añadido.
Ya en Lisboa, Lark indaga en la personalidad de Van Lorn, un magnate que ejerce de filantrópico auxiliador de refugiados holandeses; sus pesquisas le llevan a intentar descubrir quién realiza los dibujos que sirven de mensaje cifrados para los nazis que se envían desde el entorno del magnate y sus indagaciones le permiten desenmascarar a Van Lorn: bajo la máscara de hombre generoso se esconde un perverso nazi que engaña a los refugiados -que escriben cartas a sus familiares loando su labor-, les roba y luego los hace desaparecer en una piscina de ácido. Persecuciones, tiroteos, cabarets y reencuentros con antiguas amantes -Flo Merrivale- llevan a nuestro héroe a descodificar los mensajes, detener a Van Lorn y enviarlo a Estados Unidos -donde es juzgado y ejecutado secretamente- y a conseguir una declaración -filmada y grabada- de Poluski asumiendo la culpabilidad del crimen del que se acusó a Lark; es lo último que hace pues Lark le mata de una paliza; éste vuelve a Nueva York y decide permanecer ya integrado en la brigada de los suicidas; su nuevo destino, Tampico, Méjico, y el mundo del petróleo.
La novela tiene una estructura secuencial muy cinematográfica; empieza en Holanda, con una detallada descripción del imperio del terror nazi y de la misión de la red de Van Horn, salta a Nueva York, donde asistimos a la detención del aparente criminal Robert Lark y nos desplazamos finalmente a Lisboa, que aparece como una ciudad cosmopolita, una suerte de Casablanca, donde se dirime la cara oscura de la guerra mundial. La novela acaba con unas escenas en Nueva York.
El texto presenta una sólida combinación de relato bélico con novela de espionaje -aparece en una página un clásico de la novela detectivesca, el código descifrado, aquí evocando claramente los Bailarines de Sherlock Holmes-, tintada además por unos sólidos y duros apuntes de novela negra -la persecución inicial por las calles de Nueva York es excelente-. El personaje de Robert Lark, con su pasado como boxeador y hemingwayano periodista, su condición de injusto acusado de un crimen pasional y su reconversión en agente secreto lo hace realmente atractivo.
Cuando se evoca su pasado se nos dice: “En febrero de 1934, a los veinte años, Robert Lark acepta el nombramiento de reportero del periódico Herald. Progresa porque su estilo directo, agresivo, va rectamente al corazón del gran público. Es enviado como corresponsal especial a cuantas naciones se hallan en momentáneos disturbios de cualquier índole. Aumenta su nombradía como reportero audaz, aunque en varias ocasiones tiene que salir huyendo. En 1937 ...(es cuando ve truncada su carrera por la fala acusación de asesinato). Dos reflexiones: su estilo directo, agresivo, va rectamente al corazón del gran público, ¿no es una buena definición del estilo de Debry. La otra reflexión: Robert Lark, ese intrépido periodista que del año 34 al 37 se desplaza a cuantas naciones se hallan en momentáneos disturbios de cualquier índole: ¿estuvo en España durante los primeros meses de la Guerra Civil? En su blog de novela popular, el Marqués de Ferblanc ya valoró la importancia de este título como iniciador de la colección Servicio Secreto.

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