domingo, 6 de junio de 2010

Morir por etapas

Debry, Peter, Morir por etapas, Servicio secreto, nº 380, Bruguera, Barcelona, 1957, portada de Badía Romero, ilustraciones interiores de Carrillo
Planteada como una novela de espionaje, este relato se desarrolla como una intensa novela negra con continuas sorpresas argumentales y vertebrada por unas inusitadas dosis de violencia. Todo ello al servicio de una narración que, compleja, es sabiamente dirigida por el narrador.
Guy Stevens, agente de la Cuarta Sección de Contraespionaje Británico, es enviado a Australia para investigar la desaparición del profesor Lars Morlake, científico responsable de un descubrimiento decisivo para la seguridad del país. En una misión similar ya han sido eliminados dos agentes y para ello conviene un absoluto secreto en su misión; no podrá realizarla con su ayudante, Chic Garfield, cambiará de identidad -se llamará George Storm- y su único contacto será una corista de Sidney, Cora Bryce. Durante el viaje entabla cierta amistad con el comerciante Henry Diógenes y sólo pisar Australia es secuestrado; logra escapar y llegar al club Maya, donde trabaja Cora, y consigue saber su dirección por la indiscreción de un camarero, Lee Miles. El bar es regentado por Robert Lane, un oscuro personaje de quien descubrimos que es el cabecilla de una banda donde trabaja Diógenes y quien decide castigar a Miles por ser un bocazas. Escondido cerca de la casa de Cora, Stevens ve llegar a Diógenes y a Brodick, el hombre que le secuestró y poco después a Cora acompañada de su prometido, Alex Krane, jefe del contraespionaje portuario; a escondidas y a oscuras, se cuela hasta la habitación de Cora a quien cuenta cómo han sido descubiertos. Tras salir, se enfrenta con Diógenes, quien recibe un par de balas destinadas a él y que, antes de morir, revela el nombre de la organización que está tras todo el embrollo, Rombo Nocturno. Sabedor de que Alex Krane está al caso de los secretos de Cora, va a su casa, protegida por un imponente dogo, Nerón, y allí éste le ofece protección aunque en realidad lo que quiere es controlarlo; Krane forma parte de el Rombo, la banda responsable del secuestro de Morlake cuyo jefe supremo es la bella Sabrina Valli, amante de Krane; la banda decide cambiar la personalidad de Stevens por la de Jasón Corbett, un gangster desaparecido, para así poderlo matar y que la policía no investigue sobre él. Stevens acepta este cambio aunque sospecha que Krane no juega limpio; sus investigaciones le llevan -tras encontrar una carta de Morlake- a casa de la rica y bella Cloti Graham, pero todo parece una falsa pista, aunque ello no impide un ligero flirt entre ambos. Mientras, Krane delata a la policía las correrías de Corbett-Stevens al tiempo que le acusa de la muerte de Diógenes. Cuando los matones de El Rombo se preparan para matarlo, es liberado por la banda del genuino Corbett; Bart, Eric y Helen deciden torturarlo salvajemente para que confiese donde se encuentra su amigo y amante. Stevens consigue escapar milagrosamente y llega hasta la casa de Cloti, quien le da refugio y la ayuda a través e un médico de confianza. Recuperado, llama a Garfield, experto lanzador de cuchillos, para que venga en su ayuda. Juntos investigan y así saben que Cora era inocente, que Corbett era un delincuente que, sabedor del secuestro de Morlake quiso chantajear al Romboo y por ello fue asesinado -en realidad, devorado, por el dogo Nerón- y que la banda tiene secuestrado en la finca de Valli al científico. Tras explicar los hechos a la banda de Corbett, Stevens decide ir a la finca pero es detenido y encarcelado junto al Morlake, quien le confiesa que cayó en la trampa porque la malvada Valli era en realidad su esposa; el asalto a la finca por parte de Garfield y de la banda de Corbett acaba con un baño de sangre, la muerte de casi todos los malhechores, la detención de Valli, la liberación de Morlake y Stevens y, en un epílogo previsible, el anuncio de la boda entre éste y Graham.
Magnífico ejemplo de la capacidad de Debry para fusionar géneros -espionaje y novela negra- con una narración intensa, compleja y magníficamente resuelta. El narrador sabe jugar con habilidad con la información que manejan los personajes y la que sabe el lector para hacer avanzar la acción con paso firme e intenso. La complejidad de la trama -el protagonista llega a tener hasta tres identidades- no es obstáculo para un narrador que manifiesta una notable habilidad para dibujar personajes, escenarios y acciones. La violencia de algunas escenas -la tortura de Stevens por parte de la banda de Stevens parece un preludio de Reservoir dogs- es desarrollada con una firmeza e intensidad admirables que las convierten en piezas realmente ejemplares. En definitiva, una excelente muestra de la novela negra española de los años cincuenta.

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