sábado, 7 de noviembre de 2009

El caso del premio de belleza

Peterson Vic, El caso del premio de belleza, Colección Detective nº 8, Bruguera, 1952, Portada de Provensal, Ilustraciones interiores de Macabich, Versión castellana de José María López Sans
En la Nueva York de los años cincuenta, la muerte de un importante hombre de negocios desencadena una investigación múltiple que desvela los secretos de la gran ciudad en una novela alambicada y confusa pero repleta de interesantes aciertos.
El periodista Conrad Regan investiga la muerte del influyente Walter Ludington y la detención de su asesino, el mafioso Bert Gentilini. Ello le lleva a conocer -y a enamorarse perdidamente- de Eva Duncan, hermosa mujer ganadora de un premio de belleza que un día antes de la muerte de Ludington había bailado con él y un día antes de su detención había pasado la velada con Gentilini.
Ludington era el testaferro del poderoso magnate Teo Schiffers, cuya esposa, Myrtha Westland, había contratado a Gentilini para que vigilase las gestiones que llevaba a cabo el hombre de confianza de su marido antes de empezar los trámites del divorcio. Regan descubre una compleja trama económica tras el crimen y ello lo hace en compañía de dos detectives que casualmente encuentra, Red Wolfsing -antiguo camarada en la guerra- y Dick Tackey. La sorpresa se acrecienta cuando, en una situación difícil tras ser secuestrado por la banda de Gentilini, Regan es liberado por la intervención violenta de Eva Duncan, quien le expone que es una detective privada que tiene una agencia en compañía de otra mujer, -Cristina Rochester- y que está también investigando el crimen.
El avance de la investigación se desarrolla por confusos meandros descubriéndose que tras el crimen, que no podía haber cometido Gentilini, había unos millonarios intereses generados por la compra de unos terrenos en Colombia que encubrían un tráfico de armas destinado a desestabilizar el país. Igualmente se descubre que Schiffers tenía una amante que no era otra que Diana Ludinngton, la hija de su testaferro. Tras un lance amoroso con el detective Tackey ésta aparece asesinada creyendo el detective que él es el culpable.
Eva Duncan trabaja con la policía mientras Wolfsing se esmera en descubrir la inocencia de su amigo y Regan se emborracha en los bares, pues no se siente correspondido por Eva. Poco puede suponer el lector que, en una última vuelta de tuerca, se desvele que el asesino de Ludington padre e hija no sea otro que Regan que, contratado por Teo Schiffer, quería evitar el chantaje de los Ludington quienes le amenazaban de desvelar su origen negro. Regan se entrega y es condenado a muerte, igual como le ocurre al poderoso Schiffer.
La novela es bastante confusa pues el autor teje una compleja telaraña de personajes que se embrolla a medida que avanza la acción; no sabemos quién lleva el peso de la investigación, si Duncan, Regan, la policía o el dúo compuesto por Wolfsing y Tackey. La sorpresa final supone una pirueta narrativa de alta complejidad lo que sin duda provoca esa sensación de confusión y extravío que ha acompañado al lector a lo largo de la novela. No obstante ello, el relato tiene sus puntos de interés como el hecho de que esté sólo constituido por acción, acción y acción; apenas hay descripción o retrato de personajes. Sólo pasan cosas en un frenesí que en algunos momentos es absolutamente descontrolado. Por otro lado el personaje femenino de Eva Duncan -atractiva, invencible en los combates físicos, tenaz e intelectualmente brillante- y la idea de una agencia de detectives formada por mujeres le confiere al relato una incuestionable originalidad aunque no es menos cierto que todo ello va salpicado de comentarios machistas de los personajes masculinos que abogan por la vuelta de la mujer a sus labores domésticas.
El final triste, donde Myrtha ve cómo su marido., al que en e fondo amaba, muere y Eva asume que ha condenado a la silla eléctrica al único hombre que realmente se había enamorado de ella, también es interesante por su singularidad dentro del panorama habitual de finales felices. Parece claro que el autor se ha sumergido en los modelos novelescos norteamericanos por trama, personajes, ambientación, ritmo y estilo aunque el resultado no sea plenamente satisfactorio.

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