sábado, 18 de julio de 2009

Tenebrosa Bárbara

Tenebrosa Bárbara, Servicio Secreto, nº 983, Bruguera, Barcelona, 1969
Al salir a flote de las negras y tenebrosas barbaridades de una pesadilla me encontré ante la agradable e inocente cara de un chiquillo asustado” Con este espectacular comienzo da inicio una sólida novela negra donde un hombre inocente, abrumado por su pasado, se enfrenta a sus fantasmas personales en la vorágine de una acción trepidante y mantenida con maestría.
Un hombre es despertado por un muchacho en un solar marginal del distrito 14 de París; lentamente recuerda quién es, Simon Lefranc, un experto en construir cajas fuertes, un veterano de la guerra de Argelia que descubre que tiene una gran hinchazón en la nuca y un vacío en su memoria; no sabe qué ha ocurrido desde que acabó de almorzar hasta el momento de recuperar la conciencia. Vuelve al apartamento que comparte con Solange, su prometida y ésta, furiosa, le revela que ha estado fuera de casa tres semanas. La llamada de una misteriosa y sensual Bárbara no ayuda a hacer creíble su amnesia pero su posterior desesperación y el descubrimiento de todo el cuerpo magullado empiezan a convencerla. Ella le confiesa que había contratado un detective para localizarle; Lefranc encuentra, misteriosamente, una tarjeta del detective contratado en su bolsillo pero lo que le inquieta y atemoriza es la noticia de que éste fue asesinado un par de días antes y encontrado sin vida en un solar del distrito 14. Solange y Lefranc se ponen en contacto con Michel, familiar y médico, que decide bucear en sus conocimientos de psiquiatría para ayudarle a recordar; tras diversas sesiones la aconseja tranquilidad, le da unas misteriosas pistas y le anima a que dibuje todo aquello que, en forma de visiones o fogonazos, recupere de su memoria. También le desvela que esa amnesia nace quizás de su inconsciente voluntad de no recordar algo que hizo durante esas tres semanas, una actividad que decidió abandonar hace muchos años: robar una caja fuerte. Mientras Lefranc asume que quizás durante esas tres semanas estuvo secuestrado y obligado a robar alguna caja inexpugnable, recibe la llamada de la tenebrosa y sensual Bárbara que le cita en una casa abandonada; allí se desplaza y salva la vida milagrosamente tras una brutal explosión. Más tarde intentan atropellarlo con lo que su condición de perseguido se acrecienta. A través de su empresa de seguridad, donde trabaja, entre otros, su fiel secretaria Norma, consigue saber que tras esos atentados están dos delincuentes y la misteriosa Bárbara, en realidad, una prostituta, quienes le secuestraron y le obligaron a robar una joya valorada en tres cuartos de millón de dólares. Al tiempo que la policía empieza a investigar las sospechosas actuaciones de Lefranc -su desaparición coincidente con el robo le incrimina-, éste busca la complicidad de Bárbara, que es asesinada, mata en defensa propia a uno de los dos malhechores y finalmente consigue desvelar la bruma de su memoria descubriendo dónde fue secuestrado y cómo tras toda la operación estaba también implicada su fiel secretaria, Norma. La policía, que seguía sus pasos, acaba deteniendo a los culpables y dejando en libertad a Lefranc que, además, consigue como recompensa los papeles que impedían su matrimonio con Solange.
La novela, de argumento extremadamente complejo, es desarrollada por Debrigode con maestría y talento, con claridad argumental, poblando la narración de un amplio número de personajes que dan verosimilitud a la acción, crean pistas falsas, despistan al lector y al investigador para finalmente conducir la acción hasta un impecable desenlace. Excelente el estilo de la novela y el uso de la primera persona, que dota al texto de una fuerza y firmeza impecables. Para completar el texto, y quizás preludiando revisiones postmodernas del género, éste aparece cargado de referencias culturales -al Fausto de Goudot, a François Villon y a Verlaine “ella aparece sobre el rostro de la noche como una joya preciosa en la oreja de una mauritana”-, a la música del momento -canciones de Adamo “la primera vez que nos vimos...”- o al cine -evocando a la sensual identidad de Silvana Mangano “opulenta, esbelta, fantástica, prodigio de sensualidad compacta” (p.121). En definitiva, una novela soberbia.

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