sábado, 18 de octubre de 2008

El misterio de los cinco asesinos

El misterio de los cinco asesinos, La huella, 10, Bruguera, Barcelona, 1944
Impecable novela policíaca que recupera al comisario Victor Vital en una investigación que le lleva a recorrer los palacios y las cabañas de la sociedad parisina. Un crimen aparentemente irresoluble, cinco posibles asesinos, un policía sutil e inteligente y una trama perfectamente desarrollada y sagazmente resuelta.
Julien Vernay es un individuo que, emergiendo desde los bajos fondos, donde ejercía de traficante de drogas, se ha instalado en la alta sociedad parisina gracias a su condición de gigoló; ante la inminencia de un ventajoso matrimonio en Londres decide cerrar muchos de sus frentes pero no puede hacerlo porque es asesinado la noche del 23 de diciembre en su casa.
El inspector Vital “alto y fuerte, rondando la cincuentena, ofrecía el aspecto de un bondadoso y aburguesado profesor de Instituto, con ribetes de rentista” (p.16) pero con unos ojos “amablemente inquisitivos como los de un cardenal veneciano”(p.45) es encargado de la investigación al haber sido Vernay amante de la influyente Nina de Morny y no querer provocar un escándalo. En su análisis del escenario del crimen descubre no sólo una nota donde se apuntaba las entrevistas de esa tarde -Josette Caylus, amante, su hermano Charles, Paulette Monet, su esposo engañado y Nina- sino algo terrible: una mujer también asesinada en el interior de un armario; ésta resultará ser Paulette, amante de Vernay. Los posibles asesinos se van perfilando a medida que avanza la investigación: un traficante de drogas de Pigalle, Raoul Dur, “El pelirrojo”, que le visitó la tarde del crimen, Charles, el marido de Paullette, Jossete, y su hermano. La investigación de Vital gana en precisión cuando recibe la ayuda del capitán Villiers, un militar retirado, inválido y enfermo, que cuida de su nieta y que se entretiene vigilando con un catalejo a su vecino, Vernay. La niña detalla con precisión la identidad de todas las personas que pasaron por la casa de éste la tarde del crimen y se genera el extraño caso que se ofrece ante Vital: tiene un crimen y cinco posible asesinos.
Monnet, el marido, reconoce haber ido a casa de Vernay, pero se declara inocente y al saber de la muerte de su esposa, se suicida. El hermano de Josette, siguiendo las indicaciones de su abogado, Raymon Fresne, se declara culpable para proteger a su hermana y la policía que no le cree, centra sus sospechas en el Pelirrojo, al que someten a un violento acoso en la comisaría donde está detenido sospechando que el crimen fue un ajuste de cuentas entre hampones. Finalmente, a pesar de las múltiples pistas falsas, Vital reúne a todos los incriminados el día de Navidad y descubre que el coronel conocía a Vernay, pues era su subministrador de estupefaciente que le aliviaban sus dolores y que por eso le espiaba, que Nina de Morny es cocainómana y que también dependía del finado pero que el asesino es en realidad el abogado Fresne, que había incriminado a los Caylus para conseguir coartadas perfectas y que estaba implicado en el tráfico de drogas; por un ajuste de cuentas mató a Vernay y para no ser descubierto golpeó y mató a Josette, que había ido a visitarle.
La novela constituye un perfecto artefacto detectivesco que, en la inmersión que lleva Vidal por los bajos fondos, le aproxima bastante a la novela negra; el Marqués de Ferblanc, en su blog de Novela popular no sólo había señalado ya ésta lúcida lectura sino que también procedía a un análisis muy sugerente de lo que supuso la colección La huella. Los personajes son interesantes y ambiguos y en la diversidad social que se nos ofrece -alta sociedad, arribistas, hampones, militares retirados, policías cansados...- el retrato colectivo es interesante y sugerente; la verosímil ambientación parisina, la diversidad social comentada, el mismo talante de Vital nos hacen evocar inevitablemente s Simenon. ¿Había leído Debrigode al autor belga en esas fechas? Dada su formación francófona y su interés por la literatura, recordando que ya en los años cuarenta Simenon era un autor reconocido y ampliamente divulgado en Francia y Bélgica -en España no era así-, nos parece razonable esta hipótesis. El primer capítulo, organizado en diversas secuencias temporales, constituye una excelente muestra de cómo plantear con maestría una trama policíaca; en cada una de ella se presenta la relación conflictiva de Vernay con los que serán sus potenciales asesinos y se acaba mostrando a uno de ellos, Charles Caylus, junto al cadáver y con el arma del crimen en la mano; un falso culpable en una situación extremadamente comprometida que será explicada a lo largo de las investigaciones.

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