domingo, 17 de agosto de 2008

Cazador de fugitivas

Cazador de fugitivas, Punto Rojo, 170, Bruguera, Barcelona, 1965. Portada de Desilo. Ilustración interior de Costa
Correcta novela con una trama algo embrollada pero con aspectos interesantes como pueden ser, una extraña mezcla de géneros -relato de evasión carcelaria, enigma tipo Ágata Christie de unos sospechosos encerrados en un espacio cerrado-, un estilo certero y preciso y sugerentes apuntes sensuales.
Un cazador de fugitivos, Craig Jasper, llega a Guayaquil con la intención de detener a un asesino, Edgard Wilder. Para ello busca la complicidad de una bailarina de striptease, Melba Karel, amante del asesino, que acepta por dinero entregarle. Un vez reducido, el cazador se embarca en una avioneta para devolver a Estados unidos al prófugo. En el pasaje aparece Melba, que quiere ir a Nueva Yok a triunfar, otra bella bailarina de striptease -Diana Harding-, un sacerdote que lee novelas del Padre Brown, dos turbios hombres de negocios -los Quimby- y algún extraño pasajero más. Cuando parece que todo va con cierta anormalidad, Jasper pierde el sentido y despierta en un hospital donde se le informa que el avión tuvo una avería y que sólo unos pasajeros se salvaron -a él lo lanzaron en paracaídas- falleciendo, entre otros, Wilder, que murió carbonizado.
Jasper, tras entrevistarse con las dos bellas mujeres que le atraen pero de las que sospecha algo, recibe el encargo de la Interpol de entrar en una prisión y propiciar la fuga de Larbert, un tratante de blancas, para que así les lleve hasta unos importantes traficantes de dorgas. Lo consigue pero Larbert desconfía de él y lo noquea al tiempo que se da a la fuga.
Larbert recibe el encargo de los Quimby de contratar a las bellas bailarinas para después ellos eliminarlas. Jasper, que está persiguiendo a Larbert, se entera de la trama y decide intervenir; sabe que las chicas están atrapadas, que mintieron al explicar cómo fue el accidente, que querían salvar al bello Wilder porque creían en su inocencia sin darse cuenta de que estaban firmando su sentencia. Una vez descubierto todo, Jasper propicia la fuga real de Larbert y consigue que los supervivientes del avión, asesinos desalmados, sean detenidos, deportados, juzgados y ejecutados. Diana se casa en Italia y Jaspers, con el dinero recibido como recompensa, monta una empresa de maderas en América. Un día tiene noticias de la bella Melba, sueca, que instalada en Estocolmo, regenta un elegante bar. Hacia allí se desplaza Jasper para proponerle una relación estable. Final feliz
En la novela destaca un estilo certero y preciso: “Aparte de ser ambas bonitas, una demasiado vulgar, otra demasiado fina, las dos tenían punto en común: mentían con una abrumadora sinceridad” (p.52), o, por ejemplo “Reaccionó ella en forma extraña. Le besó impulsivamente. Labios frescos, sin ardor. Tal vez querían expresar gratitud. Y se alejó apresuradamente. En la calle, Craig Jasper se tocó los labos. Le ardían.” (p. 100).
Son destacables las descripciones sensuales de las bailarinas “moldeada en su blusa color carne, prendidos a la nuca los negrísimos cabellos, ceñida en su negra falda de abertura lateral, avanzó ella hacia el mostrador” (p.6) y la ambientación americana en Guayaquil -Ecuador- y Colón -Panamá- “Colón. Estrechas calles, salientes balcones de madera, y fauna internacional. Marinos escandinavos, ondulantes orientales, negros, mulatos, eslavos y australianos. Turistas con salakof explorando la jungla nocturna portuaria. Mestizas frágiles, europeas maduras, indias, americanas de todas latitudes, encuadrándose en las ventanas. Abriendo y cerrando maquinalmente sus batines” (p.43)
Destaca el reloj de Jasper “en vez de números, el horario lo componían letras. La LL ocupaba la hora 2 y 12. En el sentido de las manecillas podía leerse: ALL HURT; LAST KILL. Las letras ST ocupaban la hora 9” (p. 13).

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