domingo, 23 de marzo de 2008

Piratas de puerto



Piratas de puerto, Servicio secreto, nº 375, Bruguera, 1957. Ilustraciones de Luis Martínez. Portada de Badía.
Novela de ambientación portuaria, con rudos marinos, mafiosos, jugadores y policías enfrentados a detectives.
Los marinos Brian Conrad y su amigo Max Ocampo van a visitar al oscuro negociante portuario Kunxz Cheyne para pagarle un último plazo de su buque de pesca; al llegar, éste y su socio Mirko Durban está siendo asaltados por un desconocido que les encañona. Mirko dispara, tiroteo y muere Max. Conrad surge poseído por una brutal sed de venganza que le lleva a dar una paliza a Mirko por su imprudencia y a iniciar una investigación furibunda: Cuando por la noche va a visitar a Kunz, éste aparece asesinado y Conrad, que presenta visos de culpabilidad, se escapa aunque es visto por una misteriosa mujer. Busca la ayuda de un ex policía corrupto, de la secretaria de Kunx. Telma Bitten, a la que quiere convertir en su esposa y del estibador portuario Burt Sullavan. Entra en escena la pelirroja Eva Riker -no me fío de las pelirrojas (69)-, novia de Mirko, dueña de un salón y la mujer que le vio salir del lugar del crimen. Ella acusa de todo a otro mafioso del puerto, Gregg Mortimer, un rival de Kurts que quería controlar el contrabado de heroína procedente de México. Riker resulta ser una mujer peligrosa: seduce a Conrad, mata a Mirko ye intenta controlar totdo el mercado de la heroína. Conrad engaña a Mortimer y a Riker y haciéndoles creer que trabajará para ellos los denuncia a la policía al tiempo que ata cabos y descubre que el verdadero asesino de Max es Burt Sullivan, que había construido uina perfecta coartada para simular que estaba en alta mar en el momento del crimen. Al final todos los malvados son condenados a diversas cadenas de presidio salvo Sullavan, que es ajusticiado ante la felicidad de Conrad que se casa con Britten.
Buenos personaje aunque quizás algo excesivos en número, trama algo confusa, ambiente portuario interesante, buen uso de tecnicismos marineros, buenos diálogos. Hay ecos de La ley del silencio: los puertos, los estibadores, cargas que se caen para matar al héroe, crímenes con ganchos y también por la apología de la delación -usted es de los pocos que comprenden que delatar es viril (101)-

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