sábado, 9 de octubre de 2010

Planetas sangrientos

Peterson Vic, Planetas sangrientos, Servicio secreto, nº 229, Bruguera, Barcelona, 1954, ilustraciones interiores de Ángel Pardo
Intensa novela de espionaje que se sostiene con firmeza sobre una sólida trama y con un protagonista de múltiples identidades que siempre actúa movido por un firme código moral.
Ubicados en la ciudad de Nueva York en 1942, la novela arranca con la presentación de Triplex, un seductor “apache” en un cabaret que se gana la vida ejecutando un espectáculo de baile y acrobacia portentoso. Posteriormente conocemos a Charley Rolandi, un seductor bailarín que pasa la noche en una taberna mientras una mujer hermosa, Janis Walton, le ofrece cincuenta mil dólares por un trabajo. Más tarde conocemos a Charles Roland, profesor de idiomas en West Point y de la mano del comandante Linford descubrimos que los tres son la misma persona, un americano hijo de una alemana y un corso que trabaja como agente absolutamente libre para la causa aliada intentando detectar espías bajo el nombre en clave de “Chèramy”; hijo de una familia circense, la muerte de su madre en una refriega entre espías le ha llevado a emprender una particular cruzada contra los agentes secretos que actúan movidos por el ansia de dinero.
Tras ser citado por Janis Walton y su presunta tía, Aubrey Grant, quienes llevan un anillo extraño, éstas le propone que robe unos importantes planos que ha diseñado el coronel Robertson, padre de Glenda, una muchacha con la que él había flirteado en West Point; él, en su condición de espía, acepta, con la condición de llevar a cabo el robo de forma inmediata. Acompañado de Aubrey así lo hace pero tras fotografiar los documentos descubre que ella en realidad es un hombre disfrazado que le intenta matar; consigue escapar y Aubrey Grant muere al tiempo que Janis le explica que ambos eran agentes de un grupo de espías con los nombres en clave de Mercurio y Venus y cuyo jefe se llama Júpiter y que éste vive en Basilea. Allí se desplaza Rolandi, que se esconde tras la personalidad de Carl Müller, profesor de idiomas de quien se enamora la joven Lorena Brisach, hija de un importante financiero suizo, aunque por la noche es un matón de taberna que se hace llamar Carlo Rolandi En la pensión donde vive Rolandi es asaltado por un falso representante comercial inglés, Higgins, quien en realidad es Plutón; allí aparece Janis y tras una refriega Higgins muere y Janis le propone que le venda los microfilms. Mientras, Rolandi, manifiesta cierto interés por Lorena y durante una cita con ella, a quien él le confiesa su identidad secreta, es detenido por el comisario Kesser acusado del asesinato de Higgins y de Janis, que ha sido estrangulada; en realidad Kesser es Neptuno, un espía del gang que quiere conseguir el microfilm. Liberado por falta de pruebas y gracias a la influencia del financiero Laurentz Brisach, Kesser obliga a Rolandi a que le diga dónde esconde el valioso documento pero en la refriega muere accidentalmente el comisario y Rolando debe huir gracias a la ayuda de Lorena; finalmente, aunque las pistas parecían acusar a su padre como posible Júpiter, se descubre que éste es en realidad Bertrand Argyl, un financiero amigo de la familia. Rolandi consigue que confiese su culpabilidad y el financiero Brisach decide que un hombre como Rolandi es el marido ideal para una hija que se muestra locamente enamorada de él.
La novela se mueve en los parámetros de la novela de espionaje pero el hecho de dibujar un protagonista que se mueve en los bajos fondos y que sabe actuar movido no por impulsos patrióticos sino por motivos morales lleva el relato al territorio de la novela negra. Rolandi se presenta como un sugerente personaje pues llega a tener hasta cinco personalidades distintas a lo largo de la narración que explican su compleja identidad moral. El novelista omina a la perfección el hecho de dibujar un personaje tan caleidoscópico asó como el hecho de desarrollar una compleja trama que avanza firmemente página a página donde, entre otras cosas, se demuestra un curioso dominio y conocimiento de la ciudad de Basilea.
Como curiosidad, señalar una temprana referencia a la Serie Negra, muestra inequívoca de la formación francesa de Debrigode y de sus referentes e influencias: “Apostaría los ahorros que no tengo a que de noche procura usted pillar el sueño leyendo novelones de la “Serie Negra” (pág. 59)

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