miércoles, 4 de agosto de 2010

Eva y los gorilas

Debry, Peter, Eva y los gorilas, Servicio secreto, nº 712, Bruguera, Barcelona, 1964, portada de Provensal
Curiosa novela que sabe crear situaciones y personajes de gran fuerza, que desarrolla una trama donde se mezcla la novela negra con la novela de espionaje y que se permite una curiosa irrupción en lo fantástico más propia de la ciencia ficción.
En París, Didier Bertrand, el jefe de una sección clandestina de los servicios secretos franceses, encomienda a Gaston Joris, uno de sus gorilas, la misión de proteger a un científico húngaro, Frol Konradin, que se quiere pasar al bando occidental para vender unos secretos. Tras simular un accidente de tráfico y substituir el cuerpo de Konradin por el de un cadáver de la Morgue, el sabio es internado por Joris y su ayudante Firmin Lebrum en una clínica para ser sometido a una operación de cirugía estética que le permita emprender una nueva vida. Mientras, Eva Blain, agente especial del servicio secreto, recibe el encargo de Bertrand de vigilar a Joris; así lo hace desde el restaurante Normands, donde cenan por separado, hasta que Joris es engañado y secuestrado por unos matones marselleses -Luc Mestral y Lacroix- que han descubierto su montaje para aparentar la muerte de Konradin. Cuando la situación parece desesperada, aparece Blain, que con una extraordinaria habilidad física reduce a los matones y acuerda una cita con Joris; cuando éste interroga a los matones confiesan que trabajan para un tal Stefan y aunque Bertrand le propone que los mate, él los deja en libertad.
Konradin, con su nuevo rostro vendado, golpea a su vigilante .Lebrum- y se escapa; Joris intuye que su novia Elsa Rocher ha sido secuestrada y quizás otra potencia le chantajea. Empieza a partir de ese momento una persecución por los arrabales de París donde entra en contacto con una amante de Konradin, chulos y gorilas que le quieren matar, agentes del servicio secreto soviético y donde Joris se hace pasar por Konradin -nadie conoce su nuevo rostro-; seduce a la bella Carlota y ello le permite llegar hasta su jefe, el enigmático Stefan. Las situaciones complicadas en que se mete Joris vuelven a ser resueltas por la irrupción de la bella Eva Blain hasta que en un momento determinado, ve la aparición de dos genuinos gorilas -dos enormes simios- que le ayudan en una situación comprometida.
Joris sigue su búsqueda de Konradin hasta que descubre que éste se quería vender al mejor postor inducido por su prometida, Elsa Rocher, quien a su vez le había vendido para conseguir ella sola todos los beneficios. Muere Rocher y se descubre que detrás de toda esta compleja trama el cabecilla no es otro que Didier Bertrand que, una vez desenmascarado, decide a matar a Joris; cuando la situación parece irreversible, nuevamente los dos simios irrumpen y salvan al protagonista. Konradin -que vivía escondido bajo la identidad de un clochard- y Bertrand son detenidos La extraña situación tiene una explicación final: los gorilas eran los matones marselleses Lacroix y Mestral que, agradecidos porque Joris les perdonó la vida, aceptaron la propuesta de Eva Blain de probar una suerte de armadura con forma de piel de gorila y de proteger a Joris. Resuelto el caso, Joris y Blain se prometen y abandonan el servicio secreto para llegar una plácida vida como pequeños empresarios de una empresa de transportes.
La novela tiene sus puntos de interés y quizás destaca por su estilo preciso y cortante -“Los cristales transparentaban la horrenda vertical de hierro del ingeniero Eiffel, apuntando al cielo plomizo, como un gigantesco índice imperativo” (p.7)”- y por sus personajes, especialmente Joris y la bella y letal Blain. La trama tiende a ser algo alambicada y, puntualmente, confusa, y la irrupción de los gorilas propone una extraña propuesta inverosímil que, a pesar de la explicación final, resta fuerza y credibilidad a la narración. De todas formas, algo hay de juego intelectual en estos gorilas; tras apuntar Bertrand que “Es un apelativo puesto de moda por la “Serie Negra””. Los agentes de escolta y acción, tanto los propios como los de la competencia, carecen de identidad. Son gorilas.” (p.8), tras aparecer a lo largo de la novela gorilas y más gorilas, al final aparecen unos gorilas... de verdad. O cuando menos, que lo parecen. Probablemente es una de las primeras citas que hay en la literatura española de la Serie Negra de Gallimard.

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